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Tarde o temprano, todo amante de los caballos baraja la posibilidad de hacerse con un ejemplar en propiedad. Comprar un potrillo tiene la ventaja de verle crecer y establecer con él un vínculo afectivo desde joven. Sin embargo, también puede resultar que el animal no se desarrolle como se espera de él por sus orígenes, ya que cada caballo tiene su propia personalidad.
Lo que sí se debe tener en cuenta en el momento de la compra es que se adquiere también una responsabilidad. No solo hay que alimentarlo y vigilar su salud; también se le debe proporcionar una formación adecuada para que aprenda a relacionarse correctamente con otros congéneres y con los seres humanos. Si, además, va a destinarse a la competición, tendrá que aprender a desempeñarse en la disciplina correspondiente.
Para el vendedor también es importante que el potrillo responda a lo que se espera de él. Por eso debe supervisar con especial atención todo lo referente a la gestación, el alumbramiento y la cría. Si hace esto bien y el potro no presenta defectos morfológicos o de comportamiento, puede esperar obtener un buen precio cuando llegue el momento de vender. En ehorses sabemos que los dos aspectos más críticos de la cría son el momento del destete y el manejo del caballo joven. Vamos a analizarlos en detalle.
¿Hasta cuándo tiene el potro que quedarse con la madre? El potro se queda con la madre mientras se alimenta únicamente de su leche. En la naturaleza, el destete se produce hacia los nueve meses, ya que la yegua debe prepararse para la siguiente gestación. Sin embargo, con caballos estabulados el proceso empieza hacia los seis meses, que es cuando su organismo ya está preparado para ingerir alimentos sólidos.
El momento del destete puede resultar muy traumático para el joven potrillo y requiere destreza. Para evitar que afecte negativamente a su personalidad y posterior comportamiento con los humanos, ha de hacerse de manera gradual.
En el momento de la separación definitiva, el potro tiene que quedarse en un lugar que conozca y donde se sienta protegido. Si se muestra muy estresado, se le puede ayudar con suplementos para favorecer la relajación y reforzar su sistema inmunitario. Debería adaptarse a la nueva situación en unos pocos días.
El adiestramiento de los caballos empieza cuando los potros alcanzan los dos años. Pero esto no quiere decir que a esa edad ya estén preparados para la monta. Los huesos de los equinos no terminan de desarrollarse hasta que cumplen los cinco años. La doma montada antes de esa edad puede ser muy perniciosa, ya que podría provocarles malformaciones o lesiones de importancia.
Por eso, la doma se introduce de forma gradual. Hacia los dos años se empieza con el trabajo pie a tierra y se lo familiariza con las bridas y el bocado, en primer lugar, y luego con la silla. Hasta los tres años no se empieza a montar, pero solo por un periodo corto de tiempo para que se acostumbre a sentir el peso del jinete sobre el lomo. Después se detiene el proceso hasta que el potro haya completado su desarrollo.
En realidad, no mucho, ya que no hay nada determinante al respecto. El precio se fija en función de la raza y la genealogía, pero también de la doma que ha recibido hasta el momento de la venta. Lo que sí está claro es que no hay gangas; si un potro se vende por un precio sospechosamente barato es porque tiene algún defecto, morfológico o de carácter.
Los potros no deben pasar demasiado tiempo encerrados, ya que la falta de ejercicio influye negativamente en su desarrollo. Por el contrario, un exceso de trabajo lo cansará innecesariamente y lo volverá propenso a las lesiones. Las rutinas de ejercicio tendrían que ser suaves y frecuentes.
El crecimiento del potro depende de su genética principalmente, pero también del ambiente donde se cría. En los dos primeros años alcanza el 90 % del tamaño que tendrá de adulto, pero los huesos y los músculos tardarán más en desarrollarse; unos cinco años. Por eso es tan importante la nutrición como el trabajo, para que vaya adquiriendo músculo paulatinamente.
Los potros solo beben leche durante los primeros tres o cuatro meses de vida. Tras el destete, la alimentación se adapta a sus necesidades fisiológicas y al trabajo que vaya a desempeñar. En general, la dieta debe ser rica en fibra y proteínas, que se obtienen principalmente del forraje y el pienso. Además, para garantizar el desarrollo óptimo se pueden administrar suplementos de calcio y fósforo.